Seminario: Cuidados, derechos y dignidad: formas de abordar la exclusión en las calles

O “Seminario internacional sobre personas sin hogar: atención integral y derechos Já” se celebró en Fiocruz Brasília los días 22 y 23 de octubre. Reunió a especialistas que, procedentes de distintos ámbitos, convergieron en un diagnóstico común: la sociedad contemporánea produce, sostiene e invisibiliza la exclusión. El encuentro demostró que hacer frente a la crisis de la calle requiere algo más que asistencia: exige revisar las bases económicas, políticas y humanas de la atención.

En una mesa titulada, ¿Qué mundo es éste? Realidades y posibilidades de transformación
para la protección social de la población sin hogar
, La mexicana Diana Alarcón González presentó el modelo 4A, una política de inclusión aplicada en Ciudad de México y basada en cuatro pilares: enfoque, atención, activación y seguimiento. El método integra salud, asistencia y educación, con especial atención a la reconstrucción de los vínculos y la autonomía. “La inclusión no es sólo acceso a los servicios, sino reconstrucción de la ciudadanía”, afirma Gonzáles, doctor en Economía por la Universidad de California (EE.UU.), especializado en relaciones internacionales, desarrollo económico y análisis de políticas.


Las brigadas establecen el primer contacto, registran los datos y ofrecen atención médica y social. Los que deciden abandonar la calle son acogidos en albergues de transición (como el Techo), El programa combina alojamiento, rehabilitación y formación laboral. El seguimiento final garantiza que el proceso se mantenga fuera de las calles.

El último censo de 2024 identificó a 1.124 personas sin hogar en Ciudad de México; 86% hombres y 86% con algún tipo de discapacidad. El modelo, coordinado por un instituto que vincula distintas dependencias, se ha convertido en un ejemplo de gobernanza intersectorial.

Sonia Fleury, investigadora senior del Centro de Estudios Estratégicos Antônio Ivo de Carvalho de Fiocruz, presentó una lectura crítica: “¿Cuál es ese mundo que produce la población sin hogar y, al mismo tiempo, su invisibilidad?”. La investigadora recurrió a Foucault, Agamben y Mbembe para explicar cómo la sociedad define los cuerpos “abyectos” y los despoja de su condición de ciudadanos.

Llamó a este proceso contra-derechos: la negación práctica de los derechos proclamados.
Para ella, la exclusión es más que desigualdad: es la transformación del otro en una persona indeseable que puede ser eliminada. Sin embargo, hay resistencia. Inspirándose en autores brasileños, propuso la metáfora de los “senderos”; caminos inventados por los propios habitantes de la calle, como el Movimiento Nacional de los Pueblos de la Calle.

Fleury argumentó que existe una producción sistemática de pobreza, alimentada por la financiarización de la economía, que resta recursos a los cuidados: “Brasil paga un billón al año en intereses de su deuda; dinero que falta en sanidad y cuidados”. Fleury también cuestionó la política de drogas y la violencia estructural.


Para ella, el cuidado es un acto político y puede ser emancipador cuando está mediado por un estado pedagógico, inspirado en Paulo Freire; un estado que escucha antes de comunicar y reconoce al otro como sujeto de derechos.

Rômulo Paes, investigador de Fiocruz Minas Gerais y presidente de la Asociación Brasileña
de Salud Colectiva (Abrasco), abordó la complejidad del fenómeno y los retos de las políticas públicas. “Las ciudades llevan produciendo personas sin hogar desde que existen”, recordó. En su evaluación, factores demográficos, familiares y económicos como el hipercapitalismo, la sobreexposición digital y la soledad redefinen las vulnerabilidades.

Paes destacó una paradoja: a pesar de la reducción de la extrema pobreza, el número de personas en la calle, incluidos ancianos y niños, sigue creciendo. “¿Por qué, incluso con un Bolsa Família y un SUAS reforzados, el número aumenta?”, preguntó.

Abogó por tratar de comprender la subjetividad y las opciones de los usuarios (desde el autocuidado hasta la vivienda) e invertir en investigación participativa. Propuso una responsabilidad distribuida entre todos los servicios públicos, incluidos CRAS, CREAS, escuelas y centros de salud. “Mucha gente no sabe que tiene derechos, y muchos funcionarios no los reconocen como ciudadanos”, advirtió.
Subrayó la importancia de disponer de datos fiables (como el Registro único y censos) y registros administrativos más eficaces, capaces de orientar políticas continuas y controlables. “Lo último que pueden ser las políticas públicas es desesperanzadoras”, concluyó.

El panel terminó sin respuestas sencillas, pero con un consenso claro: cuidar significa redistribuir el poder. Entre las calles y los despachos, surgió una certeza: sin escucha, no hay ciudadanía; sin ciudadanía, no hay cuidados; y sin cuidados, no hay democracia.


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Pie de foto: De izquierda a derecha: Sonia Fleury, Elyne Engstrom y Rômulo Paes. Diana Alarcón se presentó virtualmente.

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